Desde principios del siglo XX, nos hemos visto inundados por crecientes fuentes de campos electromagnéticos (CEM) procedentes de las telecomunicaciones, la electricidad, los electrodomésticos, los equipos médicos y muchos otros dispositivos que utilizamos en nuestra vida cotidiana. Aunque estas nuevas tecnologías se han vuelto indispensables e imprescindibles, los campos electromagnéticos que producen pueden suponer riesgos y peligros para la salud humana.
Algunos estudios muestran una relación entre la Exposición a los campos electromagnéticos y el aumento de las tasas de leucemia, cáncer, tumores cerebrales y otros problemas de salud como Nerviosismo, Agotamiento, Irritabilidad, insomnio, Depresiones, Dolores musculares / articulaciones, Falta de apetito, Estrés, Disminución del número de plaquetas en la sangre, Caída de pelo, Insomnio y trastornos del sueño, Cefaleas, Zumbidos en oídos, Mareos y vértigos. etc. Además, existe cierta incertidumbre sobre los mecanismos reales responsables de estos riesgos biológicos y sobre qué tipos de campos magnéticos, eléctricos o ambos son los más preocupantes.
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Ni que decir tiene que, tanto si los efectos de estos campos electromagnéticos son insignificantes como si son catastróficos, debemos tomar todas las precauciones posibles cuantificar esta radiación y si fuera necesario, reducir nuestra exposición a los campos electromagnéticos al mínimo posible. Para ello, todas las personas implicadas o afectadas por esta exposición deben seguir las normas y directrices de seguridad de radiofrecuencia establecidas por las autoridades reguladoras, como la OMS (ubicando las radiaciones de campos electromagnéticos en el grupo 2B como posibles cancerígenos), la ICNIRP y organizaciones similares mas estrictas al respecto como BIOINITIATIVE o IBN.
